En 1996, estuve internado un mes y un poco mas, en el hospicio Pero al salir-aproximadamente, unos dos o dos y medio meses, después- empecé a tener una terapia con mi familia, y realizada por mi mismo.Hay que decir que en ese tiempo de dos meses, la pasé mal,otra vez. Porque no me adaptaba a la ciudad. No salia mucho, y tube que hacer un esfuerzo, para al principio, dar una sola vuelta a la manzana.
Pero en enero de 1997, me empeñé en hacer durante un tiempito, algo de yoga. Y para febrero, o marzo, comenzaba a caminar tres veces, por semana, unas 30 cuadras. Además, iba a la pizzeria de mis amigos-donde trabajé casi un año, en 1996- a hacer cajas de pizza. Luego, veia televisíon, y comia alli, algo que me daban, sin recibir dinero, cosa que no recrimino,claro. Unas dos horas, durante algunos meses.
Regaba el jardín, de mi patio, creo que dos o tres veces, por semana.
Y empezaba en julio de 1997, a dibujar texturas con árboles. Cosa que hice durante un año.
Mi papá, con gran amor y perseverancia, me enseñó un poco a jugar a la escoba(naipes) y me leia algo de Dante Aligheri, el escritor italiano. Empezaba en enero, a leer un poco de Selecciones del Reader 's Digest. Porque me costaba reiniciar, mi bella costumbre de la lectura. Había estado trabado, en mi internación, con fuertes medicamentos, con estados alterados. Y fue como empezar a vivir, otra vez. Como resucitar, de a poco. Por cierto, la frutilla del postre de ese año de recuperación-1997- fueron dos cosas: la Biblioteca Popular Don Quijote que hicimos con mi mamá, y para nosotros y el barrio, y haberme puesto de novio, con Marisa. Fue un gran año. Fue de terapia, para dejar de padecer, tanto.Hay un antes y un después. Al final, el hospicio,fue definitivamente una cura, o por lo menos, un período que llega hasta hoy,donde se ha aventado lo más difícil. Las ideas de muerte, las fobias, y los estados más intensos de ansiedad.
Gracias a mi familia, mi hermana, que tanto hizo, mis padres, y por cierto, mi fe y mi confianza; la voluntad.
Algunos amigos, también rescato.Pero ahora en Mendoza, esta seguramente, mi clímax. Si algo de aquello, vuelve, nunca será como antes del infierno. De la estadía en el Neuropsiquiátrico. Toda una travesia, una enseñanza, una valentía. Una experiencia. Es posible,-parafraseando a algunos escritores,o filósofos- que se trate de una de las más terribles, y reveladoras experiencias de un hombre en contacto con su mente, y con su espiritu.